1.
SER LIBRES SIN PENSAR DEMASIADO.
La
libertad es una condición ineludible, y gracias a ella podemos
mejorar o empeorar nuestras vidas. La libertad nos da la posibilidad
de hacernos la vida que queremos, aunque dentro de unos límites. Así
pues, de nosotros depende, hasta cierto punto, que tengamos una buena
o mala vida.
Lo
animales no tienen esta posibilidad al carecer de libertad. Su vida
está ya hecha de antemano, para bien o para mal. Nuestra vida es,
sin embargo, un quehacer.
Pero
¿cómo puedo usar bien de mi libertad para hacerme una buena vida?
Podría tal vez ser libre
sin reflexionar sobre mis acciones. Esto es, actuar a tontas y a
locas, como se suele decir; no complicarme la vida en exceso. ¿Sería
esto un buen uso de la libertad? ¿Conseguiría así ser un poco más
feliz?
TEXTO : “Actuar a tontas
y a locas”
Por
lo general, uno no se pasa la vida dando vueltas a lo que nos
conviene o no hacer.(...). Si vamos a ser sinceros, tendremos que
reconocer que la mayoría de nuestros actos los hacemos casi
automáticamente, sin darle demasiadas vueltas al asunto. Recuerda
conmigo, por favor, lo que has hecho esta mañana. A una hora
indecentemente temprana ha sonado el despertador y tú, en vez de
estrellarlo contra la pared como te apetecía, has apagado la alarma.
Te has quedado un ratito entre las sábanas, intentando aprovechar
los últimos y preciosos minutos de comodidad horizontal. Después
has pensado que se te estaba haciendo demasiado tarde y el autobús
para el insti espera,
de modo que te has levantado con santa resignación. Ya sé que no te
gusta demasiado lavarte los dientes pero como tus padres insisten
tanto para que lo hagas has acudido entre bostezos a la cita con el
cepillo y la pasta. Te has duchado casi sin darte cuenta de lo que
hacías, porque es algo que ya pertenece a la rutina de todas las
mañanas. Luego te has bebido el café con leche y te has tomado la
habitual tostada con mantequilla. Después, a la dura calle. Mientras
ibas hacia la parada del autobús repasando mentalmente los problemas
de matemáticas (¿no tenías hoy control?) has ido dando patadas
distraídas a una lata vacía de coca-cola. Más tarde el autobús,
el instituto, etc.
Francamente,
no creo que cada uno de esos actos los hayas realizado tras
angustiosas meditaciones: “¿Me levanto o no me levanto? ¿Me ducho
o no me ducho? ¡Desayunar o no desayunar, ésa es la cuestión!”
(...) Has actuado de manera casi instintiva, sin plantearte muchos
problemas. En el fondo resulta lo más cómodo y lo más eficaz, ¿no?
A veces darle demasiadas vueltas a lo que uno va hacer nos paraliza.
Es como cuando echas a andar: si te pones a mirarte los pies y a
decir “ahora, el derecho; luego, el izquierdo, etc.”, lo más
seguro es que pegues un tropezón o que acabes parándote.
(Savater,
F., Ética para
Amador, ed. Ariel,
pp. 40, 41, 42, 43, 44.)
Lo
que me mueve a realizar algo se llama motivo. En el ejemplo anterior
se distinguen tres tipos de motivos: ordenes, costumbres y caprichos.
Actuar a tontas y a locas supone entonces actuar por estos tres
motivos. La mayoría de las veces actuamos así y parece que no nos
va del todo mal. Parece que ya tenemos la fórmula mágica para usar
bien la libertad. Mi acción no debe ser excesivamente reflexiva, no
debo pensar demasiado. Haré siempre lo que se me ordene. Siempre que
no contradiga una orden ya asumida haré lo que esté acostumbrado a
hacer. Y si en alguna circunstancia no hay ninguna orden que seguir o
ninguna costumbre que me oriente haré, sencillamente, lo que me dé
la gana. Puede que así alcance la buena vida. Y sin embargo... hay
situaciones excepcionales en que esta fórmula no nos sirve. Y a lo
largo de la vida todos pasamos por estas situaciones excepcionales.
Veamos algunas de ellas.
1.1
OBEDECER ÓRDENES.
TEXTO : “Órdenes”
El
comandante nazi del campo de concentración al que acusan de una
matanza de judíos intenta excusarse diciendo que “cumplió
órdenes”, pero a mí, sin embargo, no me convence esa
justificación.
Esto
lo hago porque me lo mandan, pero... ¿por qué obedezco lo que me
mandan?, ¿por miedo al castigo?, ¿por esperanza de un premio?, ¿no
estoy entonces como esclavizado por quien me manda? Si obedezco
porque quien da las órdenes sabe más que yo, ¿no sería
aconsejable que procurara informarme lo suficiente para decidir por
mí mismo? ¿Y si me mandan cosas que no me parecen convenientes,
como cuando le ordenaron al comandante nazi eliminar a los judíos
del campo de concentración? ¿Acaso no puede ser algo”malo”-es
decir, no conveniente para mí-por mucho que me lo manden, o “bueno”
y conveniente aunque nadie me lo ordene?
(Savater,
F., Ética para
Amador, ed. Ariel,
pp. 54-56.)
1.2
HACER SIEMPRE LO QUE MARQUE LA COSTUMBRE.
TEXTO : “Costumbres”
En
ciertos países es costumbre no alquilar un piso a negros por su
color de piel o a homosexuales por su preferencias amorosas, pero por
mucho que sea habitual tal discriminación sigue sin parecerme
aceptable.
Si
no pienso lo que hago más que una vez, quizá me baste la respuesta
de que actúo así “porque es costumbre”. Pero ¿por qué diablos
tengo que hacer siempre lo que suele hacerse (o lo que suelo hacer)?
¡Ni que fuera esclavo de quienes me rodean, por muy amigos míos que
sean, o de lo que hice ayer, antesdeayer y el mes pasado! Si vivo
rodeado de gente que tiene la costumbre de discriminar a los negros
y a mí eso no me parece ni medio bien, ¿por qué tengo que
imitarles? Si he cogido la costumbre de pedir dinero prestado y no
devolverlo nunca, pero cada vez me da más vergüenza hacerlo, ¿por
qué no voy a poder cambiar de conducta y empezar desde ahora mismo a
ser más legal? ¿Es que acaso una costumbre no puede ser poco
conveniente para mí, por muy acostumbrada que sea?
(Savater,
F., Ética para
Amador, ed. Ariel,
pp. 54-56.)
1.3
ACTUAR SIEMPRE POR CAPRICHO.
TEXTO : “Capricho”
El
capricho de irse a pasar unos días en la playa es muy comprensible,
pero si uno tiene a un bebé a su cargo y lo deja sin cuidado durante
un fin de semana, semejante capricho ya no resulta simpático sino
criminal. ¿No opinas lo mismo que yo en estos casos?
Muchas
veces tengo ganas de hacer cosas que enseguida se vuelven contra mí,
de las que me arrepiento luego. En asuntos sin importancia el
capricho puede ser aceptable, pero cuando se trata de cosas más
serias dejarme llevar por él, sin reflexionar si se trata de un
capricho conveniente o inconveniente, puede resultar muy poco
aconsejable, hasta peligroso: el capricho de cruzar siempre los
semáforos en rojo a lo mejor resulta una o dos veces divertido pero,
¿llegaré a viejo si me empeño en hacerlo día tras día?
(Savater,
F., Ética para
Amador, ed. Ariel,
pp. 54-57.)
De
los ejemplos anteriores podríamos llegar a algunas conclusiones.
Debemos
pensar siempre antes de actuar.
Esto es, debemos ser prudentes. Es
más cómodo no pensar, pero no es más conveniente.
La
razón, la reflexión, pensar dos veces las cosas, es una buena forma
de ejercer mi libertad.
2.
LO QUE NO ME CONVIENE
Hasta ahora hemos tratado
de saber qué es lo que más nos conviene, y aunque no lo sabemos de
un modo definitivo, sabemos que es necesario pensarlo con
tranquilidad. Pensar es un buen camino para saber lo que nos
conviene. En cada momento es aconsejable pensar dos veces antes de
hacer algo. Pero a veces todos sentimos la necesidad de reflexionar
mucho más profundamente qué es lo que queremos hacer con nuestras
vidas. Qué es lo que nos conviene por encima de todo. Evidentemente
este es un problema que cada uno debe solucionar, para ello contamos
con la razón, pero adelanto que es un problema de verdad difícil.
Una forma de saber qué es lo que de verdad me conviene por encima de
todo es lanzar hipótesis, suponer que me conviene esto o lo otro y
tratar de ver, imaginar, cómo me iría la vida, si bien o si mal. Si
el experimento mental es positivo habremos cesado la búsqueda, si no
lo es tendremos que seguir buscando.
2.1
DINERO Y PODER.
TEXTO : “Ciudadano
Kane”
Existe
una hermosa película dirigida e interpretada por Orson Welles:
ciudadano Kane. Te la recuerdo brevemente, Kane es un multimillonario
que con pocos escrúpulos ha reunido en su palacio de Xanadú una
enorme colección de todas las cosas hermosas y caras del mundo.
Tiene de todo, sin duda, y a todos los que le rodean les utiliza para
sus fines, como simples instrumentos de su ambición. Al final de su
vida, pasea solo por los salones de su mansión, llenos de espejos
que le devuelven mil veces su propia imagen de solitario: sólo su
imagen le hace compañía. Al fin muere, murmurando una palabra:
“Rosebud!” Un periodista intenta adivinar el significado de este
último gemido, pero no lo logra. En realidad, “Rosebud” es el
nombre escrito en un trineo con el que Kane jugaba cuando niño, en
la época en que aún vivía rodeado de afecto y devolviendo afecto a
quienes le rodeaban. Todas sus riquezas y todo el poder acumulado
sobre los otros no había podido comprarle nada mejor que aquel
recuerdo infantil. Ese trineo, símbolo de dulces relaciones humanas,
era en verdad lo que Kane quería, La buena vida que había
sacrificado para conseguir millones de cosas que en realidad no le
servían para nada. Y sin embargo la mayoría le envidiaba...
(Savater,
F., Ética para
Amador, ed. Ariel,
pp. 78-80.)
La
ambición por el dinero le lleva a Kane a una vida muy triste nada
envidiable como consecuencia. Evidentemente el dinero no le da la
felicidad. No se trata de despreciar el dinero, pero ser conscientes
de que si hacemos del dinero el principal motivo de acción en
nuestra vida, la felicidad no está garantizada. Séneca, un filósofo
latino, nacido en Córdoba, decía algo que tiene mucho que ver con
esto: Si rechazas el dinero (por ejemplo si te tocan las quinielas o
heredas una gran fortuna) eres estúpido, pero si el único motivo de
tu acción es el dinero, eres igualmente estúpido.
TEXTO
:“Calígula”
Calígula,
un emperador romano un poco extravagante (nombró senadores a un
caballo), persiguió el poder durante toda su vida. Llegó a realizar
muchas injusticias: crímenes y engaños diversos para conseguirlo.
Cuando era emperador sospechaba que todos los que le rodeaban eran
sus enemigos y siempre desconfiaba de ellos. Calígula tenía siempre
miedo, y esto le obligaba a cometer más crímenes e injusticias.
Calígula finalmente fue asesinado. Evidentemente no hizo un buen
negocio con su vida: miedo y muerte violenta y prematura fue lo único
que consiguió.
(Palomar,
J.,)
TEXTO : “Ricardo lll”
Para
llegar a convertirse en rey, el conde de Gloucester (que finalmente
será coronado como Ricardo lll) elimina a todos los parientes
varones que se interponen entre el trono y él, incluyendo hasta
niños. Glouscester ha nacido muy listo, pero contrahecho, lo que ha
sido un constante sufrimiento para su amor propio; supone que el
poder real compensará en cierto modo su joroba y su pierna renga,
logrando así inspirar el respeto
que no consigue por medio de su aspecto físico. En el fondo,
Gloucester quiere ser
amado, se siente
aislado por su malformación y cree que el afecto puede imponerse
a los demás... ¡a la fuerza, por medio del poder! Fracasa, claro
está: consigue el trono, pero no inspira a nadie cariño sino horror
y después odio. Y lo peor de todo es que él mismo, que había
cometido todos sus crímenes por amor propio desesperado, siente
ahora horror y odio por sí mismo: ¡no sólo no ha ganado ningún
nuevo amigo sino que ha perdido el único amor que creía seguro! Es
entonces cuando pronuncia el espantoso y profético diagnóstico de
su caso clínico: “Me lanzaré con negra desesperación contra mi
alma y acabaré convertido en enemigo de mí mismo”
“¡Oh,
cobarde conciencia, cómo me afliges!... ¡La luz despide
resplandores azulencos!... ¡Es la hora de la medianoche mortal!...
¡Un sudor frío empapa mis temblorosas carnes!... ¡Cómo! ¿Tengo
miedo de mí mismo?... Aquí no hay nadie... Ricardo ama a Ricardo...
Eso es; yo soy yo... ¿Hay aquí algún asesino?... No... ¡Sí!...¡Yo!
¡Huyamos, pues!... ¡Cómo! ¿De mí mismo?... ¡Valiente razón!...
¿Por qué?... ¿Del miedo a la venganza? ¡Cómo! ¿De mí mismo
contra mí mismo? ¡Ay! ¡Yo me amo! ¿Por qué causa? ¿Por el
escaso bien que me he hecho a mí mismo? ¡Oh, no! ¡Ay de mí!...
¡Más bien debería odiarme por las infames acciones que he
cometido! ¡Soy un miserable! Pero miento: eso no es verdad... ¡Loco,
habla bien de ti! ¡Loco, no te adules! ¡Mi conciencia tiene
millares de lenguas, y cada lengua repite su historia particular, y
cada historia me condena como un miserable! ¡El perjurio, el
perjurio en el más alto grado! ¡El asesinato, el horrendo asesinato
hasta el más feroz extremo! Todos los crímenes diversos, todos
cometidos bajo todas las formas, acuden a acusarme, gritando todos:
¡Culpable! ¡Culpable!... ¡Me desesperaré! ¡No hay criatura
humana que me ame! ¡Y si muero, ningún alma tendrá piedad de
mí!... ¿Y por qué había de tenerla? ¡Si yo mismo no he tenido
piedad de mí!”
(William
Shakespeare, La
tragedia de Ricardo lll)
¿Por
qué termina Gloucester vuelto un “enemigo de sí mismo”? ¿Acaso
no ha conseguido lo que quería, el trono? Sí, pero al precio de
estropear su verdadera posibilidad de ser amado y respetado por el
resto de sus compañeros. Un trono no concede automáticamente ni
amor ni respeto verdadero: sólo garantiza adulación, temor y
servilismo. Sobre todo cuando se consigue por medio de fechorías,
como en el caso de Ricardo lll. En vez de compensar de algún modo su
deformación física, Goucester se deforma también por
dentro. Ni de su
joroba ni de su cojera tenía la culpa, por lo que no había razón
para avergonzarse. Por fuera los demás le veían contrahecho, pero
él por dentro podía haberse sabido inteligente, generoso y digno de
afecto; si se hubiera amado de verdad a sí mismo, debería haber
intentado exteriorizar por medio de su conducta ese interior limpio y
recto, su verdadero yo. Por el contrario, sus crímenes le convierten
ante sus propios ojos (cuando se mira a sí mismo por dentro, allí
donde nadie más que él es testigo) en un monstruo más repugnante
que cualquier contrahecho físico. ¿Por qué? Porque de sus jorobas
y cojeras morales es él mismo responsable, a diferencia de las otras
que eran azares de la naturaleza. La corona manchada de traición y
de sangre no le hace amable,
ni mucho menos: ahora se sabe menos digno de amor que nunca y ni él
mismo se quiere ya. ¿Llamaremos “egoísta” a alguien que se hace
tanta pupa a sí mismo?
(Savater,
F., Ética para
Amador, ed. Ariel,
pp.108-110, 118,119)
2.2
LA APETENCIA.
TEXTO : “Esaú”
No
sé si has leído mucho la Biblia. Está llena de cosas interesantes
y no hace falta ser muy religioso para apreciarlas. En el primero de
sus libros, el Génesis, se cuenta la historia de Esaú y Jacob,
hijos de Isaac. Eran hermanos gemelos, pero Esaú había salido
primero del vientre de su madre, lo que le concedía el derecho de
primogenitura: ser primero en aquellos tiempos no era cosa sin
importancia, porque significaba estar destinado a heredar todas las
posesiones y privilegios del padre. A Esaú le gustaba ir de caza y
correr aventuras, mientras que Jacob prefería quedarse en casita,
preparando de vez en cuando algunas delicias culinarias. Cierto día
volvió Esaú del campo cansado y hambriento. Jacob había preparado
un suculento potaje de lentejas y a su hermano, nada más llegarle el
olorcillo del guiso, se le hizo la boca agua. Le entrarían muchas
ganas de comerlo y pidió a Jacob que le invitara. El hermano
cocinero le dijo que con mucho gusto pero no gratis sino a cambio del
derecho de primogenitura. Esaú pensó: “ Ahora lo que me apetecen
son las lentejas. Lo de heredar a mi padre será dentro de mucho
tiempo. ¡Quién sabe, a lo mejor me muero yo antes que él” Y
accedió a cambiar sus futuros derechos de primogénito por las
sabrosas lentejas del presente. ¡Debían oler estupendamente esas
lentejas! Ni que decir tiene que más tarde, ya repleta la panza, se
arrepintió del mal negocio que había hecho.
Pues
ahí tienes: Esaú quería potaje, se empeñó en conseguirlo y al
final se quedó sin herencia. ¡Menudo éxito! Sí, claro, pero...
¿eran esas lentejas lo que Esaú quería de
veras o simplemente
lo que le apetecía en aquel momento? Después de todo, ser
primogénito era entonces una cosa muy rentable y en cambio las
lentejas ya se sabe: si quieres las tomas y si no las dejas... Es
lógico pensar que lo que Esaú quería en el fondo era la
primogenitura, un derecho destinado a mejorarle mucho la vida en un
plazo más o menos próximo. Por supuesto. También le apetecía
comer potaje, pero si se hubiera molestado en pensar un poco se
habría dado cuenta de que este segundo deseo podía esperar un rato
con tal de no estropear sus posibilidades de conseguir lo
fundamental. A veces los hombres queremos cosas contradictorias que
entran en conflicto unas con otras. Es importante ser capaz de
establecer prioridades y de imponer una cierta jerarquía entre lo
que de pronto me apetece y lo que en el fondo, a la larga, quiero. Y
si no, que se lo pregunten a Esaú...
(Savater,
F., Ética para
Amador, ed. Ariel,
pp. 72-75, 80,81)
Preguntas
sobre el tema 3:Ética y prudencia
1/¿Qué
es un motivo?
2/Cuando actúo “a tontas y a locas”, sin pensar
demasiado, me rijo por tres tipos de motivos. ¿Cuáles son?
3/El
ciudadano Kane llegó a ser muy rico y sin embargo no fue feliz. Al
morir dijo una última palabra: Rosebud.
¿A qué se refería y que simbolizaba esta palabra?
4/¿Qué
decía Séneca en relación con el dinero?
5/El
conde Gloucester logró ser coronado rey y se hizo llamar Ricardo
lll. Consiguió mucho poder sobre los otros hombres.
a)¿Cómo
consiguió ser rey?
b)¿Según
el texto y la película por qué no fue feliz?
6/
La Biblia cuenta la historia de Esaú y Jacob.
a)¿Quién era el hermano
mayor?
b)¿Era
mejor ser el mayor o el pequeño? ¿Por qué?
c)¿Qué
hizo Esaú?
d)¿Hizo
lo que quería o lo que deseaba? Razónalo.